Ser padre es mucho más que tener hijos.
No es sólo abrir el mar de los regazos,
es un empleo con contrato fijo
en una escuela que fabrica lazos.

No te cambia la vida, la transforma
en algo diferente a lo vivido.
Es el descubrimiento de una horma
encontrada en el monte de un ombligo.

Es compartir el parto de los montes,
las noches sin dormir, los biberones.
el colegio, el dolor, el horizonte,
las alegrías y las decepciones.

Ser padre te devuelve a las andadas,
pone en tu boca frases que creías
que estaban para siempre desterradas
y que jamás pensaste que dirías:

“Termina de cenar ¡por San Potito!
recoge los juguetes y la ropa,
obedece a tu madre. no des gritos.
hazle caso a Serrat con la pelota…”
Ser padre es babear de fuera a dentro,
sentir el corazón en tus afueras,
enseñar a sumar sueños por cuento,
más todo lo que quieres que te quieran.

Es perder la cabeza, para siempre,
por alguien que te importa más que nada,
desde que te sonríe sin quererte
hasta que te esclaviza su mirada.

También obliga, con remordimientos,
a ser la ley a fuerza de razones,
sin ser de los marines un sargento
pero sin eludir obligaciones.

Ser padre puede ser un sufrimiento
insoportable cuando más escuece:
la enfermedad, el dolor, cualquier tormento,
ponerse en lo peor algunas veces.

Ser padre es la emoción en carne y hueso.
Es un beso en la vida y en la frente.
Es volver a ser niño en cada exceso
y entender a los tuyos de repente.

Autor: »Javier Ruiz Taboada«